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Tuvo que pasar mucho tiempo de espera para que fuera consciente del enorme manto negro que cubría su espíritu. Abandonada a la desesperanza, fue adentrando su alma en un vacio que la situaba en un abismo desconocido e inseguro.
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… Solo cuando se encontró al borde del precipicio peligroso en el que se hallaba, tuvo la fuerza de dar un paso atrás, y retomar nuevamente las armas necesarias para enfrentarse a su peor enemigo, un único y terrible enemigo ,… ella misma.
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Enemigo invisible que al encontrar un pequeño hueco en el alma, se instala llenando de tristeza, angustia y desilusión el cuerpo de quien padece un estado de debilidad por sufrimientos que acontecen en las vidas.
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Con fuerza y esfuerzo, con energía y mucho amor pudo comenzar una batalla contra la tiniebla que la cegaba y es hoy que aún sigue luchando para derribar a ese enemigo que todos llevamos dentro de nosotros. A veces ese enemigo duerme durante mucho, mucho tiempo, pero siempre hemos de estar preparados por si despierta tener las armas cargadas para vencerle.
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Armas de amor, seguridad, compañía y serenidad.
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